Debraye Existencial Debraye Existencial

Un viaje hacia adentro.

Me tomó más de siete meses integrar el “viaje” de 5 Meo DMT que elegí experimentar. Que en este tiempo y espacio, duró quince minutos. Que en ese tiempo y espacio, fueron tres segundos.

Después de ese tiempo tan relativo, me doy cuenta que el viaje realmente no había empezado ahí. Llevaba diecisiete meses gestándose en un continuo abrir y cerrar de ojos. Cuando me cansé de mi vida de telenovela de bajo presupuesto y me propuse trabajar en mí.

La pandemia me encerró conmigo. "La soledad” me obligó a verme y darme cuenta que no sabía quién era. Me cuestionaba si era un copycat de las personas de mi vida. Me costaba trabajo identificar lo que me pertenecía versus aquello que había personificado para ser aceptada, valorada o querida.

Me busqué entre los retazos de una vida que se esfumó. En la cima de un volcán. En partículas de harina de trigo. Entre las ruedas de una bicicleta. En medio de una competencia de ciclismo. En las partituras del violín. En las asanas. En las playas más cercanas. En mi mente que no lograba meditar. En mis oraciones. En los platillos de una dieta balanceada. En las madrugadas de ayurveda. En posts de positivismo tóxico. En un chingo de podcast de autoayuda. En terapia psicológica. 

Terminé, sin recordar qué buscaba, en un viaje provocado por una sustancia proveniente del veneno de un sapo, o la molécula de Dios, como también se le conoce. Este químico que de forma natural se segrega al nacer y morir, en vida se experimenta como la muerte del ego. Claro que todo eso no tuvo sentido hasta después. Solo mi inconsciente abrumado con tanta actividad, me había llevado a esta experiencia porque en el fondo anhelaba saber qué carajos con mi vida.

A menudo pienso que el mundo debe de ser completamente diferente al que vemos, no sé por qué pensé que eso vería y le daría sentido a todo. Lo que no sabía es que no vería otro mundo, sino el mío.

El viaje psicodélico, en mi experiencia fue algo sencillo y rápido. Recuerdo haberme fundido con el humo que inhalé en menos de ocho segundos. Me fui a un limbo negro de líneas conversas rosas que generaban fractales. 

Lo demás fue luz, el sonido de los cuencos, las arpas y cantos. Percibí la realidad como capas de photoshop. Sentí mi respiración. Mis ojos se abrían y cerraban con voluntad propia. Me cuestioné si me había saltado el viaje, si recién empezaba o ya había acabado. Quería volver. Cerré los ojos y mi mente comenzó a hablar. Recuerdos de cosas llegaban a mi cabeza. Respire profundamente y sentí el sabor de la fumada en mi boca y garganta. Mi cuerpo se desvaneció de nuevo, una parte en esta realidad, otra en el infinito.

Tal vez el viaje ya había terminado y como me dijo la guía, era el ‘xix’ del final y tenía que asimilar lo vivido. Percibí mi cuerpo por el frío en las manos, y el hormigueo en las piernas. Un -¿Cómo estás?, me hizo saber que el viaje había terminado, pero como me diría antes de irme, todavía me quedaba por experimentar.

Salí sin palabras. Sin el estrés con el que había entrado. Sin preocupaciones. Me sentí como si me hubieran reseteado, borrado el historial y las cookies. Sin recuerdos de mi pasado y por lo tanto, sin apegos.

Continúe trabajando de manera funcional, sin la precipitación y ansiedad de siempre. Estaba feliz, ligera, la vida brillaba de nuevo. Un bonito recuerdo antes de la catarsis.

Desperté al siguiente día un poco desilusionada de no haber visto nada en mis sueños. Con la pila baja y sin el ímpetu del día anterior. Al acercarse la hora de mi clase comencé a sentir inconformidad, algo dentro de mí no quería tomarla. Pensé era consecuencia del desánimo con el que desperté, pero al iniciar la clase mi cuerpo repelaba y en mi cabeza resonaron unas preguntas.

- ¿Cuándo vas a escuchar tu voz?

- ¿Cuándo te vas a dar la oportunidad de aprender de ti misma?

Esta pregunta iba más allá de las enseñanzas de los maestros literales, sino, de los de vida. De permitir que decidan por mí. De buscar una guía. De hacer las cosas por rendir cuentas a alguien, por quedar bien, por ser la mejor y no porque en realidad me nacieran del fondo del corazón.

- Deja de conocerte a través del reflejo de otras personas. De buscar esos maestros de vida que a la mala te trajeron hasta aquí.

Fue un, llegaste. Te toca escucharte, ser tú y reencontrarte.

No los voy a aburrir con la lista de cosas que dejé de hacer o con las personas que se alejaron en el momento que me empecé a escuchar. Pero creanme que no me encontraba en las cosas que hacía, en las que sigo haciendo, en las que hago ahora, en las personas que se fueron o en las que llegaron a mi vida.

Me encontré en la incomodidad de conocer mis límites y ponerlos. En no ser condescendiente, agachona y queda bien. En hablar abiertamente lo que pienso y creo. En no encajar. En no cambiar para pertenecer o tener reconocimiento. En ver mi lado oscuro y aceptar que también soy esa persona.

En dejar de pretender ser la amiga incondicional. La novia perfecta. La líder, a la que hay que seguir. La familiar, que todo lo puede. La alumna, dedicada y sobresaliente. Ay no, dime tú, ¿cuál es la necesidad?

Pero bueno, en medio de tanta tribulación, comencé a reconocer el reflejo de mi espejo. Lo miré con ojos amorosos por primera vez.

Me di cuenta que a pesar de que es difícil comprar el viaje a nosotros mismos, y el camino nos da miedo, al único lugar al que quiero llegar en este hermoso viaje llamado vida, es a donde siempre me pueda encontrar.

Haru.

Leer más